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Tercera de ABC de Javier Gomá: “Para besar hay que cerrar los ojos”

25 diciembre, 2013 | Por Autor: Javier Gomá Lanzón en Otros

La Tercera de ABC del 24 de diciembre se ha redactado en los últimos cuatro años no por autoridades eclesiásticas sino por el filósofo y colaborador ocasional de este blog, aparte de hermano de editores, Javier Gomá Lanzón. No es su temática la que más encaja con la del blog, ni quizá corresponde a las creencias de todos los lectores, pero su publicación esta justificada por la fecha en que nos encontramos así como por la voluntad renovadora del mensaje que puede encontrarse en su contenido. He aquí la correspondiente al día de ayer:

«Concederle crédito, anteponiendo la confianza

al natural escepticismo,

es un cerrar los ojos inteligente,

perfectamente razonable».

“Hoy celebramos el nacimiento de nuestra esperanza. Quien espera confía en último término sobrevivir a la muerte, auténtico señor del mundo ante el que toda rodilla se dobla. ¿Cuál es el fundamento de una tal esperanza contra toda experiencia? Nada en este mundo nos sugiere la existencia de una prórroga post-mortem a nuestra vida personal. Al final, si esperamos sobrevivir es sólo porque hay alguien, que nos merece todo crédito, que nos lo ha prometido.

Todo destinaba a ese oscuro judío a ser envuelto por la Historia en el manto del olvido, como a tantos otros. De extracción social humilde, ágrafo, ni legislador como Moisés, ni príncipe como Buda, ni estadista como Mahoma, su actividad pública, muy breve, fue interrumpida prematura y trágicamente. Nadie hubiera pronosticado la enormidad excesiva de lo que siguió a su muerte. Porque en ese galileo fracasado de corta vida se concentraron tres hechos que, por separado, habría hecho de él una descollante figura de la Historia universal pero la coincidencia en la misma persona de los tres convierte la cuestión ‒reconozcámoslo‒ en algo verdaderamente intrigante.

Primero, una ejemplaridad de vida y doctrina no sólo extraordinaria sino excepcional, testimoniada en los cuatro Evangelios. Segundo, su elevación a rango divino por sus propios contemporáneos, los mismos que se habían rozado con él en vida, judíos piadosos y obsesivamente monoteístas, educados en el odio a la idolatría y al politeísmo del entorno. Fue arduo el proceso de meditación teológica por el que se hizo compatible la divinización de una personaje histórico reciente con un monoteísmo bíblico que en todo caso se quería preservar. Tercero y último, la fe de los seguidores del galileo, una pequeña y heterodoxa secta del judaísmo, a su vez una subcultura exótica y marginal del Imperio Romano, con el paso del tiempo y contra todo cálculo vino a ser con distancia la religión más extendida en todo el planeta.

Hechos singularísimos los tres ‒súper-ejemplaridad, divinización y propagación universal de su culto‒, pero, concentrados en la misma persona, peraltan la singularidad de ésta a una dimensión objetivamente única. Hasta el punto de que, visto lo anterior, cobra verosimilitud una hipótesis no demostrable pero dotada de elevada capacidad explicativa porque, cual eslabón perdido, otorga sentido a la cadena de los tres hechos históricos y les presta razonabilidad interna: la hipótesis de su resurrección proclamada por sus discípulos. Simplemente ‒se dirían quienes lo vieron viviente tras guardar el cadáver en el sepulcro‒ lo divino no muere. Si esto es así, entonces la realidad no se agota en el colorido mundo de la experiencia que captan nuestros sentidos, sino que se prolonga en un desconocido trasmundo, escenario de nuestra supervivencia. Mundo y realidad no coinciden: esta es nuestra esperanza.

Claro que ser capaz de percibir realidad más allá de lo dado en la experiencia requiere el cultivo de un cierto sensus para las cosas espirituales, aquel que W. James llamó “sentido supernaturalista”. Todo conocimiento, en puridad, demanda una actitud subjetiva específica acorde a la naturaleza de su objeto. Sólo disfruta de una función teatral quien, en términos de Coleridge, suspende su incredulidad y “se cree” lo que está viendo: ¿quién soportaría a su lado a un aguafiestas que le recordase a cada paso que todas las pasiones desatadas en escena son sólo ficción, los personajes actores, y la trama pura fantasía? La verdad poética se esfumaría. Scheler, por su parte, demostró que la filosofía descansa en un previo eros del pensador y que el amante ‒que capta el valor del objeto‒ precede al conocedor. Y mirando las relaciones interpersonales, una disposición de apertura no sólo permite el conocimiento de otro yo sino que condiciona la existencia misma de esa relación, de manera que aquí la fe crea su propia verificación: así la amistad, fundada en la confianza mutua que existe sólo cuando recíprocamente se alimenta; y en cuanto al amor, ya se sabe que el dulce beso amoroso sólo es posible si la pareja cierra los ojos.

Forma parte de la moderna imagen del mundo un positivismo implícito que osadamente, cediendo al esquematismo de la época, establece como cosa sabida y concluida para todos que este mundo visible ostenta el monopolio de la realidad, de suerte que la esperanza en un trasmundo sería siempre sospechosa de oscurantismo o superstición. Ahora bien, la ciencia positiva, instrumento óptimo para conocer las regularidades impersonales de la Naturaleza, ¿qué puede enseñarnos sobre aquellas verdades cuyo conocimiento se basa en la confianza entre personas? Nada. Y menos aún de la realidad de un Dios trascendente, espiritual, que escapa a los fenómenos materiales repetitivos. Sin duda, la esperanza, frente al llano y unidimensional positivismo, introduce mayor complejidad en la realidad. La creencia moderna en Dios ya no se deduce de las leyes causales de este mundo –como todavía pensaba el Tomás de Aquino de las cinco vías‒ sino que se infiere del crédito que nos merece la persona que da testimonio de él, como ocurre con todo aquello que no conocemos por experiencia. Cuando miramos por la ventanilla de un avión en pleno vuelo o contemplamos imágenes del oscuro universo infinito, nada de ese espectáculo de monótona materia nos habla hoy con elocuencia de un Dios personal y compasivo. Sólo nos habla el recuerdo de ese singularísimo judío de Galilea, único precedente creíble de supervivencia: él nos anuncia un Dios amistoso con los hombres y él más que nadie en este mundo es digno de crédito por la súper-ejemplaridad que encarna, literalmente sobrehumana. Concedérselo, anteponiendo la confianza al natural escepticismo, es un cerrar los ojos inteligente, perfectamente razonable.

Ser ciudadano significa no tener señor. Pero ninguna civilización, ni la más desarrollada, nos emancipa de ese último amo siniestro, tirano y usurero que es nuestra muerte. Esta prerrogativa pertenece a la esperanza porque, para quien espera en un Dios de vivos, la muerte pierde su aguijón, relativizada como etapa intermedia dentro de una historia más extensa de lo humano. De manera que esperar no estorba sino, al contrario, perfecciona el ideal de emancipación cívica, porque sólo ese ciudadano esperanzado se halla definitivamente libre de todos los amos.

Esa liberación empezó un día como hoy”.

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10 Respuestas

  • Miguel Villegas says:

    Con todo el respeto para quien opine otra cosa, y como seguidor de hayderecho.com, creo que este artículo no responde al espíritu del blog, alejado siempre de este enfoque que destilan estas líneas y por contra centrado en asuntos “terrenales” y reales. Las fechas en que estamos no justifican este artículo, a mi modo de ver.

  • Ana Sanz says:

    La esperanza, pan del alma, junto a la fe y la caridad, nos engrandecen… Pero ¿las poseemos? ¿Y quién no las necesita en el páramo tantas veces emergido de la existencia? Gracias por este inteligente y valeroso artículo. Gracias

  • Manu Oquendo says:

    Feliz Navidad a quienes hacen el blog, Editores, Colaboradores y Administradores. También para nosotros, los lectores y comentaristas ocasionales.

    Sólo he leído el artículo de Javier Gomá una vez y he de decir que, siendo de los lectores que por edad más cerca están “del tránsito”, este no me produce la menor melancolía. No veo cómo la experiencia niega la eternidad, al contrario, y todo a nuestro alrededor tiende a confirmarla.

    El artículo opone Experiencia y Fe y sugiere que, como la experiencia “no avala” la vida eterna, sólo nos resulta posible confiar en ella gracias a la fe religiosa.

    No es cuestión menor y sus repercusiones para el Derecho tampoco lo son pero esto es para otro instante.

    Estas fechas con frecuencia producen desazón — son horas de vivir cosas más trascendentes que cotidianas y banales–. Por eso hay personas que las evitan porque se enfrentan a su vida concreta y esta a veces nos intranquiliza y disgusta.
    Surge entonces con más fuerza la pregunta de Javier. ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Por quién?, etc.
    En resumidas cuentas…La Pregunta con mayúscula.

    Hay formas de responderla sin recurrir a religiones formales o a sus dogmas. Personalmente creo que basta mirar y ver. Hacia fuera y hacia dentro de nosotros.

    Dice la vanguardia de la Física actual que –en partículas inferiores a 10 elevado a menos 30– lo que llamamos “materia” desaparece y sólo queda un núcleo infinitesimal de “fuerza ondulatoria” del que todo emerge.

    Un físico de cuerdas como el profesor Kaku (New York) nos describe como “funciones de onda” de esas partículas que no son materia.

    Culturalmente recibimos una visión parcial de lo que nos rodea. Hasta tal punto que nos quedamos en la apariencia a pesar de que tantos filósofos, –ese oficio esencial que el Poder ignora y usa al tiempo que lo va eliminando del sistema Educativo–, se han quedado afónicos de decir lo mismo que nos dicen, con otra semántica, los libros religiosos o la Física.

    Por ejemplo. Todos sabemos que S. Agustín fue lo que vulgarmente se conoce como “un pecador” pertinaz y soberbio hasta su conversión.
    ¿Cuál fue su “momento”? ¿La lectura de algún pasaje evangélico?
    Pues no. Como cuenta en las “Confesiones”, le sucedió leyendo a no cristianos, los Neoplatónicos y concretamente parece que obras de Plotino traducidas del griego.

    Vale la pena leer lentamente el libro VIII-9 de las Confesiones, como si fuéramos físicos actuales, para ver que el horizonte de la ciencia coincide con muchas cosmologías filosóficas y religiosas cuando estas se leen entendiendo su contexto histórico y cultural.

    Al final casi todo converge hacia el mismo punto, la física fundamental, la psicología y nuestra experiencia personal y lo hace independientemente de las confesiones religiosas concretas.

    Por ello no percibo la contradicción entre lo experimentado y lo sentido o buscado.

    Como apunta Javier, a esa pregunta debemos dedicar unos minutos de reflexión cada día.

    Saludos

  • MARIA LUISA GARCIA DE BLAS says:

    Enhorabuena, Javier por este artículo; oportuno en el tiempo, en la forma y en el fondo. Gracias por esta mirada “larga” que proporciona razones para el corto y largo plazo.

  • Jesús Casas says:

    Pues yo creo que el post es extraordinaro y tiene mucho que ver con el cuadernillo este electrónico ya que el enfoque no puede ser más civil ni civilizado. Lo triste de la historia de la que habla es que en los libros que la cuentan no se habla mucho de reuniones de ese judío conjurisconsultos, acaso porque los “Sabios” y Sacerdotes ya se encargaban de hacerlo todo incomprensible. Sí, las enseñanzas de judío tienen que ver esencialmente con el contenido mismo de la Justicia. Claro como el agua.

    • JJGF says:

      Jesús Casas: o como decía uno de los primeros Padres de la Iglesia, Orígenes: “nuestro Salvador no participa de la justicia, sino que siendo la Justicia, los que son justos participan de él.” (Contra Celso)

      Por otra parte, el Jesús al que se refiere Javier Gomá, es fuente de esperanza para muchas personas como consecuencia no de la razón sino sobre todo del amor. Del “encuentro personal con Jesús de Nazaret” como ha recalcado un Papa tan intelectual como Benedicto XVI. Reflexión que está en la misma línea de otro de los grandes teólogos del siglo XX, Karl Rahner: ” es el amor y no la razón diferenciadora lo que me mueve a seguir e imitar a Jesús”.

  • Teilhard says:

    “Hoy celebramos el nacimiento de nuestra esperanza”. ¡Vaya forma de empezar!. ¿Hoy! Todo el mundo sabe que tal fecha es una invención del siglo V para hacerla coincidir con las fiestas romanas y tratar de sustituirlas.¿nacimiento! Pero si no hay evidencia histórica pacífica de tal cosa.¿Nuestra! ¿En nombre de quien y en virtud de que representación habla el autor? ¿Esperanza! ¿Es esa una virtud o un defecto?. ¿Es bueno vivir esperando que ocurra algo que pudiera no ocurrir? ¿Y que es lo que tiene que ocurrir? ¿Quien lo dice? ¿Tiene sentido decir que una esperanza nace? En fin, ¿no son estas palabras especiosas!!

  • Gulliver says:

    Efectivamente, el galileo afirmaba ser testigo de ciertos hechos, pero es solo uno más en el juicio de la historia. Han prestado declaración cada uno de una larga fila de profetas, cada uno con versiones diferentes de su religión, sus dioses, sus esperanzas, sus temores y sus amenazas. Tan diferentes que en un juicio uno dudaría de si los testimonios son de fiar.

    Felices fiestas.

  • Luis Villameriel says:

    He dudado mucho antes de comentar este post de Javier Gomá –un pensador que cuenta con todo mi respeto-. Leer literatura confesional –en este caso muy bien escrita- me produce cierta sensación de pudor, como el que sentimos ante alguien que nos desvela sus sentimientos más íntimos. En esos casos, se esté o no de acuerdo con quien habla, lo mejor suele ser escucharle en silencio.
    Sin embargo, me ha sorprendido un tanto que en este blog se publique esta Tercera de Gomá. Al menos desde que yo lo frecuento como comentarista, este blog guarda distancia con los temas religiosos o, más exactamente, con los temas políticos y sociales vinculados al pensamiento religioso.
    Es evidente que el blog se dedica a la actualidad jurídica y política, y no a la teología. Pero resulta difícil ocultar que en España el pensamiento religioso influye y mucho en la política. Sin embargo, no recuerdo debates en el blog sobre el constitucionalizado derecho a la libertad religiosa, ni sobre las especiales relaciones que mantiene España con el Vaticano –que algún partido político propone modificar o suprimir.
    Tampoco recuerdo que se hayan tratado las consecuencias políticas y jurídicas del movimiento laicista, y su correlativo movimiento filosófico del “nuevo ateísmo”, con muy destacados autores en el mundo anglosajón.
    Que el pensamiento religioso influye en la actualidad política me parece fuera de discusión. La anunciada reforma de nuestra legislación sobre interrupción del embarazo ¿puede leerse plenamente al margen del pensamiento religioso?
    Por eso digo que me ha sorprendido leer aquí el post de Javier Gomá. ¿Significa que el blog acogerá debates sobre la influencia del pensamiento religioso en la actualidad política y jurídica española? ¿Plantearán sus editores debatir sobre la reforma de la interrupción del embarazo u otros temas vinculados con el pensamiento religioso?

    Saludos cordiales.



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